Lo que esperamos

Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

Oliverio Girondo (1891-1967)

Coplas del payador perseguido - fragmento


La sangre tiene razones que hacen engordar las venas
Pena sobre pena y pena hacen que uno pegue el grito
La arena es un puñadito pero hay montañas de arena.

No se si mi canto es lindo o si saldrá medio triste
Nunca fui zorzal ni existe plumaje más ordinario
Yo soy un pájaro corsario que no conoce el alpiste.

Vuelo porque no me arrastro, que el arrastrarse es la ruina
Anido en árbol de espinas lo mismo que en cordillera
Sin escuchar las zonzeras del que vuela a lo gallina.

No me arrimo así nomás a los jardines floridos
Sin querer vivo alvertido pa' no pisar el palito
Hay pájaros que solitos se entrampan por presumidos.

Aunque mucho he padecido no me engrilla la prudencia
Es una falsa experiencia vivir temblándole a todo
Cada cual tiene su modo, la rebelión es mi esencia.

Pobre nací, pobre vivo, por eso soy delicao
Estoy con los de mi lao cinchando tuítos parejo
pa' hacer nuevo lo que es viejo y verlo al punto cambiao.

Yo soy de los del montón, no soy flor de invernadero
Soy como el trébol pampero, crezco sin hacer barullo
Me apreto contra los yuyos y así aguanto al pampero.

Acostumbrao a la sierra yo nunca me se marear
Si me siento alabar me voy yendo despacito
Pero aquél que es compadrito paga pa' hacerse nombrar.

Si alguien me dice "Señor" agradezco el homenaje
Mas soy gaucho entre el gauchaje y soy nada entre los sabios
Y son pa' mí los agravios que le hagan al paisanaje.


Atahualpa Yupanqui (1908-1992)

Vuelvo al sur

Vuelvo al Sur,
como se vuelve siempre al amor,
vuelvo a vos,
con mi deseo, con mi temor.

Llevo el Sur,
como un destino del corazón,
soy del Sur,
como los aires del bandoneón.

Sueño el Sur,
inmensa luna, cielo al reves,
busco el Sur,
el tiempo abierto, y su después.

Quiero al Sur,
su buena gente, su dignidad,
siento al Sur,
como tu cuerpo en la intimidad.

Te quiero Sur,
Sur, te quiero.