Meninos da rua

Río de Janeiro, Brasil, 12 de Junio de 2000: un muchacho de 21 años toma un colectivo de la línea 174 y mantiene secuestrados a 10 pasajeros bajo amenaza de muerte. 
El incidente policial fue transmitido en directo y seguido por 35 millones de televidentes a lo largo de 6 horas como si se tratara de una reality show. Pero esta historia no empieza en el momento en que se secuestra al ómnibus. Inicia mucho antes y va mucho más allá del hecho policial: la vida de Sandro do Nascimento, un chico criado en la calle y que tenía 21 años cuando secuestró el colectivo, es el retrato de millones de otros chicos.
 En una imagen registrada en aquel momento por la televisión se lo ve a Sandro gritándoles a los policías: “Ustedes son perversos asesinos, yo sé quiénes son , yo estuve ese día en La Candelaria”.
Unos setenta chicos de la calle dormían en la puerta de la Iglesia de la Candelaria cuando fueron ametrallados por grupos parapoliciales. Ocho murieron en el acto. De los 62 restantes, 39 fueron asesinados más tarde. La masacre ocurrió el 23 de julio de 1993 y está considerada como uno de los peores crímenes cometidos contra los derechos humanos. La ejecución de meninos da rua sigue siendo un drama habitual en Brasil. “La gente lo aprueba”, dice una asistente social consultada en el documental Onibus 174. En cada aniversario de la tragedia se organizan marchas por el cese de los fusilamientos por parte de la policía. “No a la criminalización de la pobreza”, se lee en los carteles
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